Esta es una sección que aparece en el Boletín Eucarísitico Mensual nº 1.037 (II Época - Año 85 - Enero 2013). Me ha parecido interesante y quiero compartirla con todos vosotros.
--Se trata de relatos edificantes así de hechos, como de dichos, en torno a la Santísima Eucaristía en la que todo adorador y adoradora tiene puesto su corazón.
Iniciamos un nuevo año de gracia y misericordia por parte del Señor. Y debe ser también un año de fidelidad por parte nuestra, para no frustrar los designios de santificación que tiene Dios sobre cada uno de nosotros. El temario del año 2013 aparece bajo el título Común de “Anécdotas Eucarísticas”, es decir, -Se trata de relatos edificantes¬ así de hechos como de dichos en tomo a la Santísima Eucaristía en la que todo adorador y adoradora tiene puesto su corazón.
Una anécdota recogida en la biografía de San Juan de la Cruz, místico, Maestro iluminado y Doctor de la Iglesia. Nació en Fontiveros (Avila) en 1542, ingresando muy pronto en la Orden del Carmelo, de la que sería reformador juntamente con Santa Teresa de Jesús. Murió santamente al 14 de diciembre de 1591, en Úbeda, cuando todavía no había cumplido los 50 años. El hecho que relatamos sucedió en el Convento de Monjas Carmelitas de Granada.
Un día desde la reja donde se encontraba orando una Religiosa, ésta vió a San Juan de la Cruz arrodillado durante un largo rato ante el Santísimo
Sacramento, y muy ajeno a que alguien le estuviera observando.
Después de una profunda postración el Santo se levantó con el rostro muy alegre y encendido de fervor. La Religiosa le preguntó con sencillez por qué estaba tan contento. San Juan de la Cruz le respondió: “No había yo de tener tanta alegría después de haber adorado a mi Señor” Y juntando las manos dijo entusiasmado: “¡Oh hija cuán buen Dios tenemos! buen Dios tenemos”. Hasta aquí la hermosa anécdota sanjuanista que nos brinda una preciosa lección: la adoración eucarística llena de gratitud. Los cristianos somos por Vocación “Orantes” V Quienes dedican un tiempo, cada mes, a la adoración han de suplicar el don de la alegría cristiana como testimonio valioso de la fe que profesamos.
Ante Cristo Sacramentado hemos de superar toda clase de pruebas y toda tristeza. En Cuanto a la exclamación de San Juan de la Cruz sobre la bondad del Señor al quedarse presente y oculto bajo los velos eucarísticos hemos de saber agradecer intensamente el infinito beneficio que nos dispensa. El Evangelista San narrando los misterios que tuvieron lugar la noche de la Cena Pascual resume así la actitud de para con sus discípulos: “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” (13,1).
También nosotros podemos exclamar con el eximio Doctor Místico:
“¡Qué buen Dios y Salvador y Pastor tenemos!” Pidamos a diario que aumente nuestra débil fe eucarística y la haga más firme en nuestras frecuentes adoraciones.
ANDRÉS MOLINA PRIETO, Pbro---
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Oración