EL TESTAMENTO DE JESUCRISTO

II

Admiremos las divinas invenciones del amor de nuestro señor Jesucristo. Sólo Él ha podido escoger esta obra de amor.

¿Quién hubiera podido preveerla, ni aun concebirla siquiera...? Ni los mismos ángeles. Sólo nuestro Señor pudo idearla.

¿Que tenéis necesidad de pan? Yo seré vuestro pan.

Jesús muere contento dejándonos este pan, ¡y qué pan!, como un padre de familia que pasa la vida trabajando sin otro fin que dejar a sus hijos al morir un pedazo de pan. ¿Podía darnos algo más, por ventura?

En su testamento de amor lo ha incluido todo: todas sus gracias, su misma gloria.

Así que podemos decir al Padre celestial: "Dadme, Señor, las gracias que necesito, cuyo precio satisfaré enteramente. Sí, Señor, os pagaré con Jesús sacramentado, pertenencia mía, propiedad mía, que se ha entregado a mí para que pueda negociar con Vos todo lo que necesito. Todas vuestras gracias, vuestra misma gloria son inferiores, ¡oh Padre eterno!, al precio que por ellas doy".

Cuando pecamos tenemos una víctima que ofrecer por nuestras culpas, pues nos pertenece, es nuestra, y nos autoriza para hablar al Padre celestial en esta forma: "¡Oh Padre!, yo os lo ofrezco y espero me perdonaréis por Jesús. Porque ¿no ha sufrido por mí con exceso y satisfecho sobreabundantemente por mis pecados?"

Por muchos y excelentes que sea los dones que Dios nos concede, siempre le podemos considerar como deudor nuestro, puesto que podemos retribuirle con Jesús, que es de valor infinitamente superior a todos los beneficios divinos, incluso el mismo cielo.

Cuando los sarracenos tenían preso a san Luís de Francia, esta nación les era deudora. Nosotros, poseyendo a Jesucristo, podemos decir que poseemos el cielo.

Aprovechemos este pensamiento; hagamos fructificar a Jesucristo.

La mayor parte de los cristianos le sepultan en su interior o lo dejan envuelto en su sudario, sin valerse de Él para conseguir el cielo y conquistar reinos a nuestro Señor. ¡Y cuántos hay que obran de este modo! Valgámonos de Jesús sacramentado para orar y para reparar; paguemos las deudas contraídas, por medio de Jesús, cuyo precio es subido en extremo.





San Pedro Julián Eymard





























Categories: